Cada vez se hace más evidente, que el Siglo XX va a quedar marcado por la labor que Adolfo Hitler llevo a cabo.
Los más grandes acontecimientos políticos de nuestra época, los más prodigiosos enfrentamientos militares de nuestra historia, llevan su firma y han quedado marcados con su sello. No solamente para nuestro tiempo, sino para la eternidad.
Tras la desaparición del ideal del que el fue portador, el mundo cambio de piel y sobre todo, de alma.El hombre que siguió a la derrota de Hitler, no tiene, por decirlo así nada en común con aquel que había vivido el hitlerismo. El idealista incondicional ha tenido como sucesor al simple y al pasota del materialismo. Cualquier pelagatos se ha convertido en un trepidante fanático de la motorizacion, un adepto-esclavo de la "civilización de consumo". Los pantalones deshilachados de los jóvenes europeos o americanos, e incluso de los japoneses, están marcados con las etiquetas de los "sastres" judíos al estilo Levi's.Ya no saben apreciar el renacer de la primavera en las hojas de los arboles y en los campos a cien metros de sus casas. Pero recorren el mundo, sin comprender gran cosa, provistos de potentes cámaras fotográficas! Las ciudades se han transformado en inmensas prisiones, con viviendas estrechas como cajas de cigarrillos.
Las veladas nocturnas no son mas que interminables sesiones de aplatanamiento televisivo, en donde aparecen cargantes cretinos, a menudo viciosos, vampiresas estúpidas, que presentan sus senos como pomelos, o escandalosos epilépticos gesticulando entre el fuego cruzado de montones de focos multicolores y deslumbrantes.
Decadencia, descomposición, bajeza...Y todo esto porque un genio tremendo, que había creado un hombre nuevo, seguro y fuerte, ha sido vencido, ha sido calumniado y ha sido arrojado a la basura como si fuera un trasto viejo y repulsivo. Pero he aquí, sin embargo, que el ser humano de hace medio siglo era el mismo que hoy. Tenia pies, orejas, ojos..... Pero tenia una cosa que hoy ya no existe y que es la única cosa que cuenta: la FE. Era el tiempo en que millones de jóvenes, maravillosos y decididos, detrás de grandes tambores y banderas, símbolos y distintivos, recorran nuestras grandes rutas e iluminaban con sus miradas, al igual que antorchas, las grises calles de nuestras ciudades.
De las entrañas de la nada hizo surgir a millones oleadas de estos jóvenes portadores de entusiasmo, ellos creían sus cantos proclamaban su fe en la vida. Estaban cerca de todos los dones en ellos retumbaba la felicidad profunda, de quienes poseen un gran sueño que ilumina su corazón. Su frente resplandecía como vivificada por un sol interior.
Hitler, el alma firme y segura, había hecho posible este milagro, el mas grande de los milagros: hacer del hombre - qué no es mas que tierra a modelar, como en el primer día de la creación un ser vivificado por el espíritu.Cuando nos encontramos con las miradas vacías o escuchamos los inútiles propósitos de tantos jóvenes de hoy, atrapados por la seducción y la satisfacción pasajera, por la moto petardeante, por la droga al acecho de sangre fresca, por las chicas fáciles, por lo fútil convertido en esencial.
Entonces volvemos a ver a lo lejos, aquellos rostros alegres e intrépidos de una juventud que, en una trayectoria épica, desde la nitidez de Italia a los profundos y sombríos bosques del Norte, desde las áridas mesetas castellanas hasta los dorados trigales de las planicies de Pomerania, encontraron su unidad espiritual.Esta juventud llevaba su fe como un estandarte.
Fue el tiempo de los gigantes.Reconfortado por el ideal irresistible de la juventud, nacida de su verbo, Hitler, salido como ella de los fondos oscuros de un pasado banal, tomo en sus manos de escultor al hombre universal. Mientras, los dirigentes políticos de las democracias de entonces, que hubieran tenido que levantar a los pueblos, los dejaron adormecer y luego envilecerse.
Quien se acuerda todavía de sus nombres: un Daladier, en Francia, con ojos blancos de pez muerto; de un Chamberlain, rígido y sombrío como su gran paraguas ingles, de andar tímido y tembloroso, con su bigote siempre mojado; y en Bélgica de un Pierlot, volviendo siempre de un nuevo entierro?Todos ellos no fueron mas que como las aguas muertas de los charcos enlodados, sin flores, sin encanto, turbados solamente por un olor insulso, envueltos en un mórbido silencio.¿Quien fue Hitler ? Primero y ante todo fue un artista. Un artista desconocido que nos seria presentado como un mal embadurnador de edificios, cuando en realidad, ciertos cuadros suyos, sobre todo aquellos que pinto durante la I Guerra Mundial, en el frente de Flandes y en el frente francés, son obras de arte de equilibrio de ideas de serenidad, de transparencia de colores. No hay grandes hombres que no sean, primero y ante todo, grandes artistas.
Toda obra, sea o no política, que no realce el esplendor de la belleza, no es mas que un árbol sin raíces, presto a ser desechado por el próximo vendaval.Artista, Hitler encuentra en el fondo de si mismo -ya que nadie le ayudará-, las grandes fuerzas nutritivas que la belleza necesita. Cuándo el hombre esta poseído por la belleza, ¿que potencia no alimentara su fe? Entonces ya nada se le resistirá. En solo diez años, un pueblo entero se entrego en cuerpo y alma a Hitler.
Resulta fácil y bastante absurdo afirmar hoy que su pueblo no lo hubiera seguido de no haber sido a la fuerza. ¡Vamos! ¡Un poco de seriedad, por favor! Aquellos jóvenes no hubiesen ido a morir obedeciendo a su llamada, en una tempestad de fuego y metralla, si no se hubiesen entregado a su idea, en todo su ser, con anterioridad incluso sus mas encarnizados adversarios fueron rápidamente convencidos por el nuevo ideal.Cuando Hitler es nombrado Canciller del Reich, el 30 de Enero de 1933, existían en Alemania sus buenos seis millones de electores comunistas. Representaban la segunda fuerza política del Reich de entonces.
Sin la victoria de Hitler, estos comunistas, indiscutiblemente, hubiesen sido los dueños y, dentro de la disciplina estaliniana, los tiranos de su país. En seis años, estos hombres que podían haber echado abajo a su patria, se convirtieron en hitlerianos, tan fanáticos como los jóvenes portaestandartes de la primera hora. Ciertamente, de creer que fueron obligados por la fuerza a aceptar el régimen, en 1941 se hubieran pasado en masa alas filas de las tropas soviéticas. Pero, muy al contrario, fueron hasta el fin, admirablemente fieles al Führer, como todos los jóvenes alemanes, lanzando en su ultimo aliento un ¡Heil Hitler !¡Heil Hitler ! fue el grito de la fe, del amor y del don de todo de todo un pueblo. Y sin el pueblo, como hubiera podido Hitler izarsea la cima del poder? Porque llego al gobierno aupado en los hombros del pueblo, que le concedió el poder supremo. Hitler no flotaba en la indecisión no se contentaba con los mediocres 50 °/o de votos de pequeños grupos políticos anteriores y posteriores a el.
El fue siempre sustentado firmemente por millones y, mas tarde, por la casi total unanimidad de electores libres, electores que cada año renovaban su adhesión ardiente y no cada cuatro o seis años.Multitudes fabulosas aclamaban con ojos radiantes o con lagrimas a un Hitler a menudo demasiado confiado y sin protección alguna.
Mientras, centenares de policías, de guardaespaldas, de miembros de la policía secreta, repletos de "walky-talky" o ametralladoras, deben rodear con su caparazón protector e los ministrillos actuales.Hitler lo tuvo todo en su contra, en la lucha por el poder: los viejos partidos corrompidos y resentidos, las mentiras de su prensa odiosa, las prohibiciones furibundas, los obispos llegando a prohibir incluso, los funerales religiosos por los discípulos de Hitler asesinados. Nadie podía tenerlo mas difícil para triunfar.
Hitler forzó el destino, - porque el era el portador del genio-, haciéndolo estallar con sus palabras (25.000 mítines). creo y domino una organización impecable, exigiendo a cada cual diez veces mas del máximo humanamente concebible.
La única ley de los políticos anteriores a el, de dudosos éxitos, era aun a sabiendas de que mentían a un elector aturdido en el momento de ofrecerle la luna y el sol, las estrellas y las mas lejanas constelaciones, engullirse sus promesas como una golondrina engulle las moscas. Hitler, firme como el caballero de Bamberq, atrajo a un pueblo entero con el único interés de unirlos a todos en el ideal del bien común.¿Cuándo se ha visto al jefe de un pueblo lograr semejante transformación de un país, en tan pocos años?
A una Alemania que en la víspera aun se encontraba dividida en clanes políticos clanes sociales, en clanes religiosos. Hitler le aportaba en dos años la mas fecunda unidad.Unida en la misma fe política, dejando atrás las tropas esparcidas de los viejos partidos rasgados convertidos en polvo en los algunos meses. Unidad en la reconciliación de clases, viviendo cada una de ellas en la colaboración con los demás, no pudiendo vivir la una sin la otra, complementándose mutuamente en todo. Mientras, el estúpido marxismo las tuvo largo tiempo divididas y opuestas, logrando su propia perdición.Hoy, la quiebra económica del marxismo es mundial.
Hay lo sabe y lo ha visto todo el mundo. Sobre todo en Rusia. Pero Hitler lo había comprendido ya con cincuenta años de antelación, he. hizo triunfar el anti-marxismo en bien de la seguridad y el equilibrio de la vida de todos.
Los alemanes de Hitler eran Felices. ¿ Quien osaría negarlo? Tenían triple cantidad de niños que en Francia (alrededor de 1.800.000 por año). Se tienen niños cuando se vive en paz, cuando uno esta seguro de poder ganarse el pan, cuando se ha vuelto a comprender que la única dicha, la dicha en todo, es el hogar, es la iluminación espiritual de una madre, en su largo sacrificio, en la alegría que ella esparce. Es también la solidaridad de la sangre, en el seno de una verdadera comunidad. Las familias recibieron centenares de miles de hogares nuevos, de bonita construcción a escala humana. Obreros y patronos, reconciliados en la justicia social, trabajaban sin enfrentamientos en fabricas modernizadas.
Una nación en pleno resucitaba.Aquellas regiones que habían estado largamente sometidas a la humillación de la ocupación extranjera, escucharon sonar de nuevo a las bandas de música sobre los viejos puentes del Rhin.
Los millones de hermanos perdidos, de las provincial del Sur y del Este, arrancadas de su unidad territorial, de su raza, de su cultura, de su sensibilidad, se lanzaban con fervor hacia la resurrección.Yo he sido testigo, personalmente, de la inmensa fiesta producida en la primavera de 1938, con ocasión de la liberación de Viena, de esta locura de alegría de toda una multitud unánime. Cientos de coronas de flores abrían a Hitler un camino casi paradisiaco. Esto fue el "Anschluss". Lo demás es mentira. Unicamente algunos judíos quedaron guarecidos en su rincón, para no participar en la alegría colectiva. Hasta los obispos austríacos dirigieron una carta conjunta a los fieles, pidiéndoles a todos que votaran, del primero al ultimo, por su liberador. Ante mis ojos resplandece todavía el enorme iHEIL HITLER!, que el cardenal Innitzer escribió de su propio puño y letra, cruzando de arriba a abajo el mensaje del episcopado.
Seis meses mas tarde, llego la hora de los sudetes, enjaulados, durante veinte años, bajo la esclavitud checa. ¿Con que derecho los hipócritas que tanto elogiaban los derechos humanos, dejaron que se acorralara a todo un pueblo y se pisoteara una de las libertades más sagradas: la de elegir su propio destino? ¿Con que derecho durante Ios últimos meses previos meses previos a la liberacion de los alemanes de los Sudetes, se encarnizaron contra ellos con una rabia incesante, para intentar por todos los medios que les fuera negado este derecho elemental?Sin el aturdimiento de un Chamberlain, y sin un Daladier bobalicón, que durante toda la conferencia de Munich, de Septiembre de 1938, no comprendió absolutamente nada, esta negación del derecho a la propia vida del pueblo de los Sudetes, hubiese desembocado, ya en aquel momento, en la II Guerra Mundial.La verdadera causa de este asunto, era que la fabulosa serie de triunfos pacíficos de Hitler, había desesperado a los envidiosos y a los fracasados. Los judios creyeron que Alemania era su principal feudo y que así será siempre. Consiguieron, cuando no eran mas que una ínfima minoría menos del 1 por ciento la población alemana-, apoderarse de los principales puestos de mando. Hormigueaban en los juzgados, en el cuerpo de profesores de las universidades y en los colegios de médicos. Vertían su veneno como dueños omnipotentes de la prensa, se habían apropiado de las tres cuartas partes de los puestos administrativo del Reichsbank, el Banco de Estado.
Todo alemán veía como hundían sus garras en el cuerpo de su país. Hasta un israelita, el in istmo Rathenau, se convirtio incluso en jefe político y financiero del país.Es cierto que Hitler redujo su poder hasta llevarlo a un nivel normal y a su vez razonable, para unos extranjeros que siempre había sido eso, extranjeros que siempre habían sido eso, unos extranjeros, por propia voluntad. Incluso las altas esferas clericales alemanas, frecuentemente antihitlerianas, aprobaron las leyes raciales de Nuremberg. ¿Qué eran estas leyes, al lado de las leyes raciales que los judios "vencedores" en 1945, deslumbrados por la alegría de los acontecimientos, impusieron desde entonces en Israel? Allí, un judio para ser verdaderamente un correligionario, debe certificar su procedencia de madre judia, mientras el padre no cuenta para nada (en los cálculos raciales).Sin duda, en el Reich todo el mundo se acordaba de las puñaladas dadas por la espalda al país, por la revoluciones comunista de 1919, en las que todos los jefes, sin excepción, eran israelitas. Y los alemana querian volver a ser dueños de su propio país.
Los viejos monopolizadores judíos, consideraron esta semitracion como un crimen. Un reich en el que ellos no pudieron hincar el diente, debía parecer. El universo entero, si era necesario, pagaría los platos rotos.50 millones de personas murieron en el curso de la segunda guerra mundial, porque hitler se había echo indeseable para los judíos, por ello ninguna catástrofe seria demasiado tremenda hasta conseguir aniquilarle, sin los judíos, esta segunda guerra mundial, nunca habría tenido lugar.Ellos fueron los absueltos y grandes beneficiarios en 1945, pero fueron, antes que nada, los promotores desde 1933. Habían llamado al mundo a una guerra santa, contra quien había osado en Alemania, poner freno a su dominación. Rápidamente, su campaña antihitleriana alcanza los limites mas extremos de la historia. No existe solo un acontecimiento anterior a 1939, que su propaganda no halla deformado. No hay ultraje que no se hallan inventado, su venenosa prensa no fue otra cosa que una inundación mundial de calumnias, de llamadas al odio y a la venganza.¡No importan los medios mientras consigan hacer estalla al hitlerismo.El marxismo fue el otro provocador de la guerra, toda la política de izquierdas desde hacia 50 años, había vivido de la lucha de clases. Fue precisamente que lenin en 1917 consiguió hacer triunfar, en San peterburgo su guerra civil.
El desamparado pueblo ruso paga primero con millones de víctimas, después con privaciones sin nombre: durante 70 años cerca de 3'00 millones de rusos se asfixian en el fondo de una miseria económica como no se había conocido Europa desde hacia siglos.Casi al mismo tiempo,el marxismo de la república de Weimar se encuentra a un paso de la destrucción de Alemania, arruinándola, echando abajo su economía llenado las regiones obreras con lamentable cortejos de 6 millones de parados. Dos años después de que Hitler ocupara la cancillería, no queda en Alemania un solo parado, los salarios se habían doblado, el trabajo del obrero fue dignificado, el marxismo internacional se moría de rabia. Hitler había suministrado la prueba de lo perjudicial que era la lucha de clases, sustituyendo su mortal anarquía con un orden nuevo y regenerador por una justicia social resplandeciente. ¡Crimen imperdonable!.En 1936 tuvo lugar la ultima confrontación de los dos sistemas.
En parís, el marxismo se había apoderado con el judio Blum a la cabeza del maravilloso jardín francés. Y en un año lo convierte en una pisoteada explanada. El mismo mes en España, tras cinco años de fanatismo político, anti-clericalismo furibundo y de múltiples crímenes, el frente popular arrastro al país a una guerra intestina inevitable.Y en 1936 y 1939 fue devorado por su propia anarquía, al menos tanto como por las victoriosas legiones de franco. Frente a los múltiples fracasos de marxismo en Rusia , en Alemania, en Francia y en España, Hitler se convirtió ante los ladridos de la envidia en el gran triunfador. Miles de kilómetros de autopista recorrían un país prodigiosamente trasformado, vinieron administradores del mundo entero, por toda Europa surgieron imitadores.
En sus madrigueras, la judería mundial y el marxismo se encontraban al borde de la exasperación. Era intolerable este Hitler tenia que ser pulverizado, y después estallo la segunda guerra mundial.Tanto en política como en los campos de batalla Hitler fue -la historia lo dirá.- el gran hombre de nuestro siglo.Tanto en la guerra que le fue impuesta como en la beneficiosa paz, fue genial. mediante un arte de la guerra absolutamente revolucionario, renueva totalmente la táctica y la estrategia de los viejos mariscales, engalanados que, en 1939 se creían todavía en 1914 o incluso en 1870.Hitler sustituye las grande ofensivas matanzas del pasado por la guerra relámpago, una guerra de elite, combinando la acción de las potentes unidades acorazadas para la rotura, con las de una aviación aplastante batiendo el terreno delante de los carros de combate.Gracias a sus fulgurantes avances y a sus bastas maniobras envolventes, conquista en solo algunas semanas Polonia, Dinamarca, Noruega, los países bajos y Francia, al año siguiente barre en un "raid" de 5 semanas Yugoslavia y Grecia, su inmensa penetración en Rusia, 3000 kilómetros de profundidad, estuvo casi apunto de segura la victoria final y la unificación de Europa. Buena prueba de ello es que 600.000 voluntarios no alemanes, que le acompañaron hasta el golfo de Finlandia y hasta el Cáucaso, creando así la Europa carnal, la verdadera, la duradera por los demás, mucho mas radiante que la de los pequeños tenderos egoísta y fofos, posteriores a 1945.Esta guerra militar de Hitler fue prodigiosa, sin igual en la historia del mundo, en 1941 y 1942 estuvo a dos dedos del triunfo, fue necesario el fantástico financiero y material del régimen de un Roousvet, agente americano del "lobby" judio, para dar a la masa inmensa pero informe del ejercito soviético, las decenas de miles de tanques y aviones los centenares de miles de camiones, y las cantidades fabulosas de materias primas, que hicieron posible la caída del tercer Reich.Pero los hechos serán siempre los hechos, ningún hombre de guerra anterior a Hitler, incluso napoleon había librado tan prodigiosos combates.Desde noruega hasta el golfo de Vizcaya, desde el océano Ártico a las fronteras de Asia, de Túnez a las tierras de Egipto y todo esto a lo largo de 6 años, por tierra, mar y aire inventado sin cesar nuevas tácticas con su genio en vigilia hasta el fin.El fue el ultimo en caer en la cancilleria, en el mismo lugar en desde donde surgiera su acción. Sus cenizas se han fundido en el anonimato, con el suelo mismo de su patria. Todavía allí al borde de su muerte siguió siendo grandioso, dictando su testamento con una serenidad soberana, mientras los carros soviéticos, rugían a cien metros de su búnker. Escogió deliberadamente perecer antes que asistir a la liquidación de su obra.Desapareció en las llamas de una hoguera como los reyes antiguos o como los héroes de Wagner. Después, se a echo que el universo aprendiera a odiarlo, y su obra a sido deformada abominablemente.Este año de su centenario, apenas se embocará su nombre, pero a pesar de los ladridos y bramidos de mil engaños groseros, su genio no a podido ser barrido. Resurgira un día de entre el barro con que han querido mancharle.
La grandeza es inmortal.Un pequeño fuego en cualquier rincón del mundo y todos los milagros de grandeza son posibles.
Por todas parte, en el mundo contemporáneo estos fuegos, todavía débiles renacen ya. De ellos resurgirá, el día de la verdad y la justicia, el gran brasero del genio que fue la vida de Adolfo Hitler.
Para los grandes hombres el tiempo no cuenta.
Cien años no son mas que un breve lapso histórico.
En mil años y hasta el fin de los tiempo.
Hitler el grande, denominado los siglos continuara vivo.
¡88!